DESAFIO DE LA CALIDAD DE VIDA
Durante las últimas décadas, los cambios operados en la economía y en los marcos normativos han generado profundas transformaciones en el mundo del trabajo, que, de una u otra manera, inciden tanto sobre las oportunidades objetivas que el mercado de trabajo ofrece a las personas para ocupar empleos de calidad, como sobre la experiencia subjetiva de los propios trabajadores, con respecto al trabajo como espacio de realización personal. Sin embargo, los enfoques económicos han retirado del análisis el efecto de las transformaciones sobre la calidad de vida, reduciéndolo simplemente a la capacidad de la economía para generar puestos de trabajo, sin reflexionar a fondo sobre la calidad de éstos. La propia actividad laboral ha ido quedando relegada de ser pensada como esfera de realización, de humanización y de utopía. Ello no permite dar cuanta de las distintas dimensiones del trabajo, como componente de la identidad de las personas, de la integración social, de las formas de sociabilidad y del acceso a los bienes y servicios básicos. Desde el punto de vista de las condiciones de trabajo, durante las últimas décadas las formas de empleo predominantes han cambiado notoriamente. Aparecen trabajadores asalariados con una relación menos dependiente con sus empleadores y, simultáneamente, formas de trabajo independiente cada vez más "dependientes", lo que refleja el hecho de que los límites entre el trabajo asalariado y el trabajo independiente se han vuelto más difusos. Junto con ello, crece la inestabilidad en los puestos de trabajo y cada vez más categorías de trabajadores tienden a quedar fuera de los sistemas de protección previsional y de salud.


Las estadísticas más recientes muestran que las empresas tienden a contratar un número creciente de asalariados temporales, de plazo fijo o eventuales, para aumentar o disminuir su producción con menores costos. En concordancia con ello, han surgido diversas empresas especializadas en proporcionar trabajo temporal a otras. Las empresas tienden cada vez más a aplicar procesos de externalización de funciones y aumenta el encargo de trabajos a distancia, proceso que se apoya en la informática.
Si bien las tendencias descritas han permitido incrementar las utilidades de las empresas y aligerar sus estructuras de costos, ello ocurre a la par de una sensación de mayor indefensión, inestabilidad, inseguridad y vulnerabilidad de las personas, que tiende a manifestarse en la forma de un malestar, a ratos explícitos y otras veces más bien difuso.
Surge por ello la pregunta de hasta qué punto este modelo de desarrollo es sostenible en el largo plazo, si no es capaz de mejorar la calidad de vida de las personas, e incluso tiende a sacrificarla en aras de la competitividad global de las empresas. Es claro que la competitividad no es sustentable a costa de los trabajadores y, más aún, el mejoramiento de las condiciones de vida de éstos aparece como un requisito para la primera. Como lo ha señalado el Centro Nacional de la Productividad y la Calidad, las mejoras en calidad y productividad, requieren de enfoques integrales, que involucren el bienestar de los trabajadores.